#ElPerúQueQueremos

La política del miedo

                                                          ¿Por qué ese silencio prolongado sobre                                                                        el papel del miedo en la historia?                                                                                                                                                                                                               Jean Delumeau*

Juan José Magán Joaquín

Publicado: 2016-11-09

Los recientes – ¿e inesperados?- eventos que han sucedido a nivel mundial nos deben hacer reflexionar sobre fenómenos más allá de los datos y las estadísticas y, al contrario, pensar también en lo que permanece en la mentalidad de las personas, los votantes, en este caso. La elección de Trump como presidente de uno de los más importantes países del mundo culmina -o tal vez continúe - con una serie de momentos desafortunados de nuestra historia actual: el brexit, el voto por el NO en Colombia, el avance de Le Pen en Francia, el apenas evitado triunfo de Keiko Fujimori en nuestro país, entre otros. Todas estas manifestaciones podrían coincidir en una palabra que es abstracta en su forma pero que nos mantiene en movimiento -físico o psicológico- desde el inicio de la humanidad: el miedo.  

Noam Chomsky había mencionado hace unos meses que lo que permite que personajes como Donald Trump -racista, xenófobo, misógino, homofóbico, etc.- tengan tanta oportunidad en la escena política es el miedo. Este miedo que padecemos nos hace girar hacia posturas que racionalmente no tendrían base, pero que alimentadas por sentimientos que vienen acompañados con el miedo -odio, violencia, rabia- se vuelven prácticas y mesiánicas.

Una forma de resolver ese miedo colectivo es, por ejemplo, el acercamiento a partidos autoritarios. Como cuenta Martín Tanaka (1), si bien sabemos que pueden vulnerar algunos de nuestros derechos, estos discursos son tomados en cuenta por defender valores como la seguridad social frente a la subversión, los valores familiares más tradicionales, la estabilidad política y económica, entre otros. Históricamente, este giro al autoritarismo tiene algunos antecedentes como en Bolivia con la reelección de Hugo Bánzer en 1997 luego de que, varios años antes, en su primer gobierno, había sido acusado de desapariciones, torturas, asesinatos extrajudiciales y altos niveles de corrupción. En ese mismo tenor, se encuentra el arribo al poder de Sebastián Piñera en el 2010 en Chile, quien representaba a la Unión Demócrata Independiente (UDI) de reconocida herencia pinochetista.

Conjuntamente con el miedo, manifestamos otros sentimientos ya mencionados como rabia y odio. El periodista alemán Dirk Kurbjuweit (2) denomina a esto el Wutbürger o “ciudadano rabioso” al recordar que ese sentimiento es el que muchas veces moviliza a amplios sectores de nuestra sociedad. De esta forma, encontramos a ciudadanos cuyo voto se manifiesta a través de un acto emocional, que responde a una denuncia inmediata, una foto fija de un momento concreto donde solo importa la elección de alguien sin importar lo venidero, como lo menciona Manuel Arias Maldonado (3).

Trump ha mantenido un discurso que responde a estos miedos. Por ejemplo, terminar con los ilegales mexicanos desterrándolos de su país y construyendo un muro (4). Sus palabras permanentemente se han referido al daño que hacen los latinos en sus tierras: trayendo delincuencias, drogas, vicios, etc. El miedo al “otro”, ese ser diferente -iniciando por el fenotipo- responde bien en una sociedad norteamericana aún muy marcada por su historia y presente racista. Además, el multimillonario ha permanecido incólume frente a denuncias en las que su ingente ego lo ha mantenido por encima de toda crítica. Cómo sino explicar su tranquilidad frente a las acusaciones por no declarar abiertamente sus movimientos financieros como lo había hecho Clinton - que tampoco creo que tenga pocas cosas que ocultar-, la seguridad al mencionar que el calentamiento global es un invento o sus burlas ante las varias denuncias de abuso sexual.

Patrick Boucheron dice que tener miedo es prepararse a obedecer (5). Es eso lo que hemos visto en el violento discurso de Trump. Es probable que este miedo a la libertad persista en nuestro imaginario. Un miedo que nos ha invadido y que sumado al avance de la insignificancia (6) nos mantiene en la indecisión y nos ha orientado a la banalización de nuestro compromiso político.

Notas: 

* En El miedo en el Perú de Claudia Rosas Lauro.

(1) En su artículo “La herencia autoritaria”. Diario La República.

(2) En “El ciudadano rabioso” de Mario Vargas Llosa. Diario La República.

(3) En “La banalización del voto” de Ricardo Dudda. En www.letraslibres.com

(4) Parte de su discurso sobre construir un muro termina siendo una mentira más porque ya hay un muro que separe a México de Estados Unidos. Al respecto pueden revisar, verbigracia, el interesante documental “Tierra rota” de Stéphanie Barbey y Luc Peter. Lo que tal vez este señor imagina en su macabra mente sea un muro seguido de alambre de púas, campos minados y perros guardianes al mismo estilo nazi. 

(5) En “El uso político del miedo” de Jorge Bruce. Diario La República. 

(6) Concepto desarrollado por Cornelius Castoriadis que tiene que ver con el colapso de la crítica, el pseudoconsenso generalizado, la despolitización de la sociedad, el repliegue a lo privado y la apatía o falta de ilusiones.  


Escrito por

Juan José

"Discrepar es una forma de aproximarnos"


Publicado en