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Lo que hacía a la política

“Deseó la autoridad, nunca deseó el poder” J. Michelet sobre M. Robespierre

Juan José Magán Joaquín

Publicado: 2016-11-14

Me he permitido parafrasear el título de un hermoso libro que leí hace unos meses llamado “Lo que hace a Grecia”* del francés Cornelius Castoriadis. La reseña será para otra ocasión. Ahora utilizo esa lectura para preguntarme qué es lo que hacía a la política y responder qué la hace ahora.  

Debo empezar diciendo que para Castoriadis, lo que se hace ahora es simple politiquería. La política, que es la hija de la ciudad (1), se trataba de un concepto que se ha ido perdiendo poco a poco. A saber: “la política es la actividad que apunta a la institución de la sociedad como tal. No sólo de sus hechos cotidianos sino también de su legislación” (2). ¿Cuánto de esta definición se continúa aplicando en nuestra actualidad? Muy poca. Vemos partidos políticos (3 Hannah Arendt), que son la única forma de llegar al poder y en teoría ejercer la política, muy jóvenes y sin ideologías claras, otras están venidos a menos o simplemente son fachada de intereses bien disimulados.

¿Dónde ha quedado ese deseo por la aristeia –excelencia-? Parece que hemos entendido que hacer política es perseguir el poder solamente y no formarnos con un sentido ético diferente al que pulula en nuestra sociedad. Hemos perdido la voluntad, que es una enfermedad (4), por discrepar y llegar a acuerdos. Ahora lo que importa es lo que quiere el caudillo del partido. Los intereses se manejan en función a eso, como si fueran los mismos intereses de la nación.

Ahí, en Grecia, donde hace más de 2000 años inició la política, los cargos de la asamblea se sorteaban (5). Todos tenían la responsabilidad de estar preparados para algún puesto. Hemos pasado de ese sentido del compromiso a casi una mentalidad política guiada por la revolución timótica (6). Como leía hace unos días, ser un ciudadano no se trata sólo de portar un documento de identidad. Hay algo más allá de eso: el compromiso de hacer un país mejor.

No es que el sentimiento occidental me haya invadido. Es que añoro un mejor Perú. Uno donde no sólo seamos peruanos cuando gana la selección. Quiero un país original (7). Desde Homero, y cómo concibió la política en sus clásicos poemas, hasta nuestros días ha pasado mucho tiempo. Es cierto que el concepto de una palabra no se puede mantener intacto frente al transcurrir de los años, pero no debería de perder su esencia. No necesitamos ser parte de un partido político para hacer política, el compromiso está por encima una organización (8). Recordemos, siempre, lo que decía Voltaire: “Entre un gobierno que lo hace mal y un pueblo que lo consiente, hay una cierta complicidad vergonzosa”.

Notas:

*Cornelius Castoriadis, Lo que hace a Grecia. 1. De Homero a Heráclito. Traducción de Sandra Garzonio. Editorial Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2006. 419 pp.

(1) Castoriadis cita a Jean-Pierre Vernant quien dice que la política es la hija de la ciudad y que a su vez, la razón (filosofía) es la hija de aquella.

(2) Heráclito decía: “El pueblo debe luchar por la ley más aún que por las murallas de la ciudad”.

(3) Los partidos políticos como representación e instrumento para asumir el poder es un concepto reciente. “La representación partidaria es el siglo XIX, a excepción de los partidos franceses que se remontan a la Revolución [Francesa]” (Arendt, Los orígenes del totalitarismo)

(4) Para Castoriadis, tomando a los griegos, esto se llama “la enfermedad de la voluntad”: ausencia de voluntad o mala voluntad.

(5) Castoriadis dice: “Decidir sobre quién debe decidir ya no es decidir completamente”.

(6) “La revolución timótica” es un concepto que toma el filósofo alemán Peter Sloterdijk basándose en el thymos griego cuyo epicentro es actuar bajo la ira, donde se involucran el orgullo y el coraje. (Citado por Bruce, 2013).

(7) En el sentido que le da Castoriadis quien dice que la originalidad se trata de tomar elementos precedentes para darles una nueva significación, es un trabajo de creación de nuevos esquemas.

(8) Como bien dice Hannah Arendt, lo único que diferencia a un grupo de una organización, es lo que la primera proyecta sobre la sociedad. Que sus intereses están ligados a ésta. Un grupo de amigos, por ejemplo. Digamos que no se preocupa por su aporte externo. Eso no implica que no podamos hacer política en cualquier grupo social.


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Juan José

"Discrepar es una forma de aproximarnos"


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