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El lugar de nuestra autenticidad

“Somos sujetos en la medida en que nos volvemos sobre nosotros mismos, que sólo nos construimos como tales cuando logramos apropiarnos de la herencia que hemos recibido”                                                                                                Derrida

Juan José Magán Joaquín 

Publicado: 2016-11-21

“Ser o no ser” reflexionaba el famoso Hamlet, “he ahí el dilema”, seguía. Es la constante lucha por responder qué es lo que somos verdaderamente: formar nuestra identidad y encontrar lo que nos hace auténticos frente al resto de seres humanos, lo que nos hace únicos. Pero ¿qué significa o representa en nuestra sociedad ser auténtico? ¿Cómo encontramos, sumidos en un mundo de artificios informativos que nos dicen cómo pensar, qué decir y qué hacer, nuestro quid de la autenticidad? Jean Paul Sartre ha dicho que “el hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”, entonces, ¿no estaría esta búsqueda ya determinada por anteriores valores de representación (1) y al fin y al cabo la búsqueda de lo auténtico terminaría siendo sólo una ficción? 

Remitámonos un poco al nacimiento de este concepto. El crítico literario Lionel Trilling nos recuerda los sorprendentes orígenes griegos de la palabra auténtico: “tener completo poder sobre algo, pero también cometer un asesinato” (2). Desde un inicio, entonces, combatimos con nuestra voluntad de poder. Parafraseando a Trilling: ésta también viene cargada de violencia ya que el principio donde anida esta búsqueda es el momento en que pensamos en nuestro ser o nuestro no-ser.

Si retrocedemos en la historia peruana, nos percatamos que la misma contiene momentos que han delimitado nuestro sentido de identidad, no sólo de forma individual sino también como nación. Somos un país conquistado por los españoles, quienes vinieron por nuestras riquezas y destruyeron nuestra cultura por considerarla inferior. Nos formamos, ya en la colonia, siendo dos repúblicas donde la jerarquía y el desprecio eran moneda corriente (3). Gracias a estos influjos, el lugar que le reservamos a nuestros indígenas fue el del olvido y la indiferencia e inclusive cuando buscamos nuestra identidad en nuestro pasado ancestral decidimos decir que somos “incas sí, indios no” (4).

¿Y qué sucede con lo auténtico en nuestros días? Marcuse se ha referido a nosotros como “hombres unidimensionales” (5), todos con las mismas falsas necesidades impuestas por nuestra sociedad para reprimirnos. Ernesto Sabato nos ha descrito como hombres-máquina, seres que se robotizan por el trabajo y la rutina (6). Finalmente Erich Fromm se preguntaba cómo podríamos ser libres si más bien parecemos autómatas, situación que también nos impide un sentido ético de la vida donde apelemos a la razón para actuar y no sólo a la inteligencia que si bien es cierto, soluciona los problemas, no siempre tiene en cuenta el sentido humano de nuestra existencia (7).

Guillermo Nugent nos ofrece una interesante reflexión sobre lo que, pienso, debería orientarnos frente a esta motivación. El sociólogo peruano rescata la frase nietzschiana: llegar a ser lo que eres, en ese tenor: “la autenticidad no excluye la imitación, pero sí la incorporación acrítica de las rutinas. Es un resultado antes que un punto de partida, es el ejercicio de voluntad a contracorriente”.

Sencillamente pienso que por ahí deberían de encausarse nuestros deseos al empezar esta búsqueda –aunque a veces lo hagamos de forma inconsciente-. Recordar que si bien es cierto, cuando tomamos conciencia de lo que somos, ya hemos sido construidos a imagen de otro, siempre seremos un libro que tiene páginas por llenar.

Notas: 


(1) Eli Zaretzki dice: “La identidad personal se convirtió en un problema al mismo tiempo que un proyecto para los individuos, y ya no una cosa que les era asignada por su lugar en la familia o en la economía”. (Citado por Jorge Bruce, 2012)

(2) Citado por Guillermo Nugent, El laberinto de la choledad, 2012.

(3) Las dos repúblicas que se instauraron fueron: la República de Indios y la República que Españoles. Donde, obviamente la segunda, tenía el grado de jerarquía mayor aunque si bien es cierto, cada una se regía por respectiva leyes –dada por los españoles- y con sendas autoridades.

(4) En su artículo de mismo nombre “Incas sí, indios no”, Cecilia Méndez se refiere, en resumidas cuentas, a que el neocriollismo trató de integrarse como nación sin dejar del lado al indio pero dándole una apariencia moderna, denostando sus raíces y asimilando a este como producto de lo que ellos imaginaban y no siempre de lo que eran. Podríamos estar orgullosos de los milenarios y grandiosos incas, pero no de indios campesinos e ignorantes.

(5) Herbert Marcuse, El hombre unidimensional.

(6) Ernesto Sábato, Hombres y engranajes. Esto también nos recuerda el libro de Huxley, Un mundo feliz, donde todos somos fabricados e instruidos en laboratorios como si de rebaños se tratara.

(7) Erich Fromm, Psicoanálisis del mundo contemporáneo.


Escrito por

Juan José

"Discrepar es una forma de aproximarnos"


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